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La melodía se expande, reverbera en las paredes envolviéndola como el abrazo de un amante que ansía recorrer su piel, poseer su cuerpo, atrapar su alma.
Con la copa en la mano, dando pequeños sorbos, empieza a moverse suavemente, con erótica cadencia. El vestido rojo parece una segunda piel modelando sus caderas. El generoso escote deja desnuda su espalda.
Baila como si él estuviese a su lado, muy cerca, rozándola, provocando sus sentidos, pero no es él, es su música azul quien dialoga con ella, quien la seduce esta noche, con cada nota, con cada acorde.
La cálida luz de la chimenea ilumina su piel, sus brazos desnudos, sus cabellos de fuego y el deseo que late en su mirada.
Retoza con la melodía, se deja provocar, hechizar y besar por la fuerza del ritmo. Este es su amante, la pasión, la percusión de un lujurioso juego auditivo embriagándola por momentos.
Uno de los tirantes del vestido resbala suavemente por su hombro...
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